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dimarts, 27 de novembre del 2018

Dime de quién hablo....(los guías del desierto)

Erg Chegaga, las dunas de M'hamid
Aziz tenía diez años, cuando empezó a pasear turistas montados en camellos por los alrededores de su poblado. Él  es el mayor de los seis hijos de Abdelkader y Fadma. Nació en las dunas de M'hamid  El Guizlane, en un poblado nómada, en un lugar de Marruecos fronterizo con el desierto, cerca de la frontera con Argelia.
M'hamid el Guizlane, o Taragalte según su topónimo Amazigh original, es un pueblo pequeño, con su kashba casi subterránea, de calles estrechas, con casas hechas de adobe, unidas entre sí por el techo, para que no entre el sol abrasador en las callejuelas, en los ardientes meses del largo verano. El pueblo es tan pequeño, que todos se conocen o son familia, "demasiado pequeño", me comentaba Aziz  "porque siempre alguien descubre lo que quieres hacer a escondidas".
Camino al poblado nómada
Fue un niño listo, muy listo, avispado, como eran los chicos de su edad en aquel lugar donde , durante su infancia, el contacto con el resto del país se reducía a una televisión y una o dos líneas de teléfono en todo el pueblo, y al paso de algunas caravanas de vehículos que se adentraban en las dunas para vivir una aventura.
Apenas aprendió a leer y escribir en los pocos meses que fue a la escuela. Tenía poca paciencia, prestaba más atención a los camellos, los pastores y los jeeps que pasaban de vez en cuando que a las lecciones en la pequeña haima habilitada en el oasis, un lugar seco y árido, con algunos tamarindos y acacias,  junto a un pozo que proporcionaba agua a la tribu nómada. Aziz soñaba con conducir uno de esos jeeps, hacer carreras por las dunas con sus amigos, perderse en el horizonte entre la arena y respirar libertad al adentrarse en el medio que le dio la vida, el mágico y silencioso desierto del Sahara.
Su padre, Abdelkader o  Abdel, se dedicaba a cuidar camellos que servían para transportar mercancías entre núcleos habitados por nómadas, o , para pasear turistas ávidos de sensaciones exóticas, aventureras , o místicas incluso.
Fadma, su madre, además de cuidar de las cuatro hermanas y un hermanito de Aziz, hacer pan, lavar ropa, cocinar y atender a la abuela de Aziz, salía a vender un día a la semana al zoco de mujeres para vender o intercambiar con otros mercaderes, los camellitos de lana y algunas artesanías más para complementar la escasa economía familiar. Atravesaba la agreste y pedregosa hamada hasta alcanzar andando siempre con alguno de sus hijos a la espalda, para llegar antes de que el calor abrasara, y no regresaba hasta la tarde, por el mismo motivo: evitar los implacables rayos de sol que se reflejan en la arena, cegando la vista durante el día.
Los días pasaban despacio para todas las gentes de Taragalte. El ritmo de actividad lo marcaban las estaciones del año, los rallies de vehículos "trotadunas" que pasaban de vez en cuando , los festivales de música en primavera y en otoño, y , cómo no, la llamada a la oración desde la mezquita. Era en este momento en el que se respiraba una absoluta quietud, la actividad del pueblo se detenía por unos instantes.
Se escuchaba al almuédano o muecín,  cantando el "Al-Dhan", mientras  los hombres cesaban su actividad y acudían a la mezquita para orar una de las cinco veces que se producía la llamada. La de la tarde, al ponerse el sol, era una de las más conmovedoras, por la quietud del lugar, la luz crepuscular reflejada sobre las fachadas de las casas de adobe, que tomaban un color dorado, brillante, deslumbrante, incluso. El polvo que movía el viento cuando cambia la temperatura, los niños jugando en la calle aprovechando el descenso de la temperatura, podían conferir al pueblo un aspecto de desolación incluso, sin embargo, era paz lo que se respiraba, o calma, una absoluta calma.
Todos estos momentos, evocaban los pueblos del lejano oeste, donde nada pasaba, donde las horas no transcurrían, donde a lo lejos sólo se veía arena, dunas, y más arena, donde no se escuchaban más que las voces humanas y el cacareo de las gallinas que convivían con sus habitantes.
Cada año aumentaba ligeramente el número de visitantes de todas partes del mundo: ingleses, franceses, americanos, españoles.... y Aziz, avispado él y con ganas de comerse el mundo, fue aprendiendo, a su manera  y sin método, diferentes idiomas. Empezó por aprender los saludos, después los números: primero en inglés, después en francés, alemán, español.... se trataba de aprovechar al máximo a la gente que pasaba por allí, no desperdiciar ninguna ocasión de adentrarse con ellos en el desierto, guiarles, ganar unos dirhams y tratar de ahorrar para conseguir su sueño: un jeep que le permitiera ganarse la vida en su casa, en la hamada, en el Erg, enmedio de la nada.
Y así fue como empezó su negocio, a medida que el país iba mejorando en comunicaciones, se instalaron más líneas telefónicas, creció el número de campings e instalaciones hoteleras, campamentos en las dunas, todo ello acelerado por el acceso a internet y a darse a conocer por todo el mundo. Así fue como nació su empresa familiar, y pudo empezar a mantener a sus hermanas para que pudieran ir a la escuela, aprender a leer y escribir y estudiar en Zagora para orgullo de su hermano y de sus padres.
Un campamento en Erg Chegaga
Mientras, Aziz fue ampliando su negocio, creando un camping en el desierto con el que , además de llevar a turistas a vivir una experiencia insólita, proporcionaba bienestar a su familia y  a la de los nómadas que fueron a trabajar con él manteniendo el campamento, cocinando entre dunas y paseando en dromedario a extranjeros que buscaban experiencias "auténticas".
El ambiente que se crea en este lugar del mundo es conocido entre los grupos de viajeros y sobre todo de viajeras por la leyenda, o por la propia experiencia, del hechizo que provoca el desierto, y las pasiones que se desatan en las dunas entre guías y visitantes femeninas, no importa procedencia o edad... Forma parte del viaje para unas, y parte de la vida para otros. Si no, pregúntenle a Aziz, o a Mohamed, o a Yassin, o a Hassan, o a Ismail, o a Youness.....

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