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dissabte, 9 de febrer del 2019

Eterna asfixia.

Podía haber sido una historia de novela, de ésas que al leerlas te hacen esperar el desenlace feliz, esos que te dejan una sensación placentera  y te dibujan una sonrisa al cerrar el libro. Una historia de amor y pasión  que podría haberla llevado al otro lado, a la de cumplir un ideal de película, algo, para lo que no estaba preparada en absoluto. Es más, al darse cuenta de que así podía ser, optó inmediatamente por alejarse de la situación, amigablemente, sin mucho ruido, y continuar con su vida solitaria, social e independiente.

Sin embargo, cada vez que pensaba en ello, se daba cuenta de la incomodidad de su decisión. Desde hacía ya unos cuatro años o más, se había ido acostumbrando a trazar su vida sola, sin hacer planes con nadie: Su máxima era: "Antes lo hago sola que quedarme sin hacerlo. "
En cuanto tenía un plan, algo que le atrajera, se ponía en marcha para cumplirlo, no sin salvar con gran dificultad uno de los más incómodos obstáculos que se le ponían delante : su voz interna, aquella que le recordaba una y otra vez que era inconstante, que aquéllo  no tenía sentido,  que no podría soportar la presión del proceso y que mejor era no intentarlo, que provocaba una retirada precoz, sin antes haber pasado a la acción.

Una y otra vez pensaba que si tenía que ponerse al frente de sus proyectos, debía hacer un trabajo interno de fortalecimiento, de propia convicción, de decisión. Sabía que si se lo proponía, podía llegar a conseguirlo, sin embargo, inesperadamente, y de manera recurrente, algún síntoma físico empezaba a dar la voz de alarma, se agravaba y paralizaba su impulso.
Lo más cómodo era poner siempre la responsabilidad de sus frenazos en los demás, en los seres queridos que la rodeaban , entre quienes se sentía asfixiada. No lo podía evitar. Ligaba el amor a la asfixia, al agobio,  a la falta de aire, a la renuncia. No avanzar por no molestar, no crecer por no pedir ayuda, no decidir por temor a una negación, a un fracaso, a un alejamiento. Egoísmo al fin y al cabo.
Era entonces cuando, al darse cuenta de que no había nadie amenazando su éxito en su empresa, en ese mismo instante, su cuerpo se convertía en  amenaza. Una súbita enfermedad, un molesto síntoma que la llevaba a la necesidad de frenar con su ritmo,  un vahído, un profundo cansancio era lo que le impedía cumplir  sus propósitos.

Fue entonces en un mes de octubre, en un entorno distinto al habitual, entre personas antes  desconocidas, mujeres la mayoría, y algún hombre despistado,  de todas partes del mundo, reunidas en un lugar en el que ella se sentía cómoda , fue entre ellas cuando se dio cuenta de su situación privilegiada. Tener  la capacidad y las ganas de contar todo aquello que le era cotidiano, y, que de alguna manera, era extraordinario,  tremendamente injusto también, pero a la vez, desconocido, oculto, inimaginable , era una riqueza que debía convertirse en una creación.

Tal vez aquel  era justo el impulso que estaba esperando toda la vida. Tal vez el impulso le llegó ahora que estaba receptiva. Tal vez, impulsos anteriores los recibió desde la asfixia, o los tradujo como un robo de aire, de aliento, de libertad. "Tal vez" , se decía, "este impulso es incondicional porque  viene de personas lejanas, de personas a las que temo no perder porque no hay relación afectiva, aunque sí, conexión en las almas". Tenía la convicción de que cuando alguien es capaz de reconocer la capacidad de crear en el otro, en la otra, darle impulso y animarla a expresar, se produce una profunda conexión con el alma, porque es de allí de donde sale la creación.

Se dio cuenta de que sólo podía sacar su obra  adelante cuando hubo apaciguado la voz inquisidora de la culpa del alma, la que la ahogaba, la que la atrapaba en el miedo, por no mostrar las oscuridades vergonzosas que podían aflorar desde las  catacumbas de su oscuro ser. Y fueron ellas y sus almas quienes  le ofrecieron aliento y sus talentos para sacar a flote todo lo que la culpa durante tantos años calló, tapó, enterró.

Sin embargo,  ahora, mirando hacia la historia novelesca, la que había dejado atrás  por no perder la libertad, veía claramente la sombra de la culpa, otra vez, inquisidora, vociferando sobre sus deseos más profundos, acallando sus pasiones.
Finalmente, por no querer comprobar que se puede amar sin ahogarse, se refugió  en sus propios argumentos, aun a riesgo de asfixiar hasta la muerte lo que se vislumbraba como una historia apasionante.



3 comentaris:

  1. Como no tienes miedo de perder el contacto, te lo repito: ¡Eres testigo único de situaciones extraordinarias! Déjate de leches y ponte a escribir.
    Me ha parecido una locura que lo hayas escrito en tercera persona. Bravo por la sinceridad y por el descubrimiento.
    Mucho ánimo.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    Respostes
    1. Por qué una locura lo de tercera persona?
      Estos textos me ayudan a sacarme el tapón que retiene lo importante, son como el gas de una botella de gaseosa revuelta, antes de destapar... ;-), es como ir dosificando. Leí la autobiografía de García Márquez, y contaba que tenía que ir poniendo en papel todo, aun sin un libro de fondo,... de ahí le salieron las novelas.... si no escribo, me atasco en mis bucles...

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    2. Simplemente lo igo porque es algo que yo no haría. Es más, a veces he hecho el viaje contrario: he contado sus historias en primera persona como si yo fuera él o ella. Pero tú no me hagas mucho caso, sigue adelante y no te atasques.
      Es un placer leerte.

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