Seguidors

dimecres, 1 de desembre del 2021

Historias sin nombres (1)

 Tiene veintiséis años. Es joven, muy joven, para contener todo lo que le ha tocado vivir. Veo sus ojos brillantes por encima de la mascarilla. Unos ojos negros, de mirada profunda, algo triste, y, sobre todo, sincera. Me parece leer su historia en ellos. Le pregunto cómo ha llegado hasta aquí, qué o quién le ha traído hasta la isla, cómo fue su llegada, cómo fue su partida, qué cosas le han pasado, si se siente bien aquí, qué le ha gustado más, qué detesta, qué le gustaría hacer en el futuro, cuáles son sus anhelos. Sorprendido de que a alguien le interese su historia, me empieza a contar: 

 "Cuando tenía 15 años, mi padre murió, de cáncer, como tanta gente en el Rif. Había padecido mucho, y, un día, el cuerpo no aguantó. Dejó a mi madre con 9 hijos , yo era el quinto, justo el de enmedio. Estaba a punto de terminar la secundaria, pero la muerte de mi padre me sacó del instituto y me obligó a trabajar en nuestra granja de olivos. Una granja en el sureste de Marruecos, en Saka. Tú sabes, Saka, es pobre, muy pobre. Casi no hay agua, todo es muy seco, los olivos aguantan, pero nada más... unas cuantas cabras, nada más. Entonces, mi hermano mayor dio el paso. Se fue a Tánger, un día, con unos traficantes de haschís y personas, y de allí, en una de las lanchas que cruzan el estrecho, llegó a España. Pero tuvo mala suerte, y les cogieron en la costa, al llegar. Pasó unos meses detenido en un centro para inmigrantes y le devolvieron a Marruecos. Yo, mientras tanto, trabajaba en lo que salía. No sabía hacer muchas cosas, pero me puse a cuidar la granja, recoger verduras y frutas donde me llamasen, ayudar en las obras de las casas que los emigrantes se construyen en Marruecos con el dinero que ganan en Bélgica, en Holanda, en España,... Tú sabes... Cualquier cosa para mantener a mi madre y mis cuatro hermanos más pequeños que todavía están estudiando. 

    Cuando mi hermano regresó, se quedó para cuidar de la granja, y yo decidí marchar. Tenía veintidós  años. Me fui al Norte, a trabajar. Primero en el campo para ahorrar, y cuando tuve el dinero, me pagué el viaje desde Tánger hasta Tarifa. Un viaje de seis, poca gente, para llamar menos la atención, en una de las lanchas del haschís, como mi hermano. Llegamos sobre las seis de la tarde, un mes de septiembre, y nos escondimos en un bosque cercano, hasta llegar la noche. A mis otros compañeros de viaje los detuvieron. Por suerte yo pude escaparme y me puse a caminar, de noche, solo, sin saber muy bien hacia dónde iba. El móvil se había mojado en el viaje, hubo muchas olas, y se perdieron también los zapatos cuando llegamos a Tarifa. Todo fue muy rápido, bajamos de la lancha y nos pusimos a correr. Yo me quedé con los pantalones y la camiseta. Nada más: ni dinero, ni documentos, ni un teléfono con el que llamar a mi madre para decirle que había llegado y que estaba bien. 

    Caminé una hora, dos horas, no sé. Estaba oscuro, iba por una carretera, pensando que encontraría a alguien de mi país. Encontré a una señora española, le pedí si me podía hacer el favor de hacer una llamada para avisar a mi madre. Me dijo que no. Continué caminando, pensando que tenía que llegar a algún sitio donde alguien me dijera dónde estaba, y desde allí poder llamar a mis compatriotas de Almería, para que vinieran a recogerme. Pero no sabía el número de teléfono, solamente el de mi madre. Encontré a varias personas, nadie quiso prestarme su teléfono. Un hombre incluso me dijo que llamaría a la Policía. Me fui corriendo, sin zapatos, me dolían los pies. Al cabo de un rato, después de caminar mucho,  vi una pareja. Les pedí el teléfono para llamar a Marruecos, y el hombre me dejó el teléfono. Hablé con mi madre. Me dijo que llamaría a los familiares que viven en Almería, y ellos llamarían al teléfono de esta buena persona que me dejó llamar. Me llamaron al cabo de una hora. En este tiempo, la pareja me dejó entrar en su casa. Me dejaron ropa, zapatos, ducharme, comer algo y dormir en su casa... (pausa).... De verdad...., cuando tenga los papeles, cuando tenga la residencia.... voy a ir a verles. No me conocían de nada, y me dejaron dormir en su casa, me dejaron solo en la casa por la mañana, hasta que mis familiares llegaron desde Almería para recogerme. Muy buenas personas, de verdad. Me acuerdo muchas veces de ellos..., cuando pueda..., voy a ir a su casa, a darles las gracias... Yo me acuerdo muy bien dónde viven...., no me olvido".

    Sus ojos se pierden en ese episodio, busca con ellos mi mirada, y se nos humedecen los ojos a los dos. Él traga saliva, para seguir contándome su historia. Yo trato de contener la emoción. También trago saliva.   Sigo escuchándole. 

    "Estuve unos meses en Almería con mis familiares. Recogíamos tomates debajo de los plásticos, mucho calor,  insoportable, pero era trabajo para pagar un sitio donde dormir. Cuando pude, me fui a Málaga y en un avión llegué a Mallorca. Aquí vivía y vive un hermanastro mío, mayor que yo. Hace veintidós años que vive en Mallorca. Es también hijo de mi padre. Mi padre se quedó viudo, con cuatro hijos, y después se casó con mi madre. Mi hermanastro  me dejó vivir en su casa al principio, pero pronto conseguí trabajar en la obra. Yo quería trabajar para mandar dinero  a mi casa y no quería molestar a mi hermanastro. Él tiene su familia aquí, yo quería ser independiente. Aprendí a poner baldosas, a pintar, a trabajar en la construcción. A mi jefe le gustó como aprendía todo rápido. ¡Claro, tenía que aprender! Mi madre y mis hermanos esperaban el dinero que yo les enviaba. Ellos siguen estudiando. Tienen que estudiar. Yo habría continuado estudiando si no hubiese muerto mi padre. Me ha tocado muy duro. No quiero que mi hermano pequeño pase por lo que he pasado yo. Ahora quiero tener los papeles, ir a ver a mi madre y mis hermanos.... Hace casi cuatro años que no veo a mi madre.... La echo de menos.... Tengo ganas de ir a Marruecos, a mi casa, y que ella me vea, que estoy bien.... Quiero ver a mis hermanos y decirles que estudien, para que puedan trabajar en algo mejor que lo que me ha tocado a mi. Pero yo estoy contento ahora, les puedo ayudar. Me va bien, no me falta trabajo. Y guardo el dinero para enviarles a ellos. No me gusta ir al café. Me gusta estar en mi casa, tranquilo, cuando vuelvo del trabajo. A veces voy a casa de mi hermanastro. Está bien así. Cuando tenga los papeles, mejor.... Insch'Al·lah!"

    Hemos terminado. Él se va, me da la mano, me da las gracias, tocándose con su mano derecha el corazón. Le imito. Le agradezco que me haya contado su historia, tan humana, tan dura, tan cercana. 
    

dissabte, 20 de març del 2021

Esquitxos d'estiu.


                             Eren les set de l'horabaixa, d'un dia del mes d'agost, en aquell poblet mariner a vorera de mar, Azla, al nord del Marroc, camí de les muntanyes del Rif. La xafugor començava a baixar, una mica d'oratge de la mar entrava cap al desordenat poble que s'extèn muntanya amunt. Els carrers, polsossos, començaven a omplirs-se de criatures que sortien de les cases per jugar una estona als carrers. Nosaltres, el meu fill i jo, veniem de prendre un tè amb menta, al xiringuito de la platja, el millor tè que he pres mai al Marroc. Caminàvem cap a la casa on ens hospedàvem, a dalt del poble, caminant vorera de riu, el riu Azla, que dóna nom al poble. Les cases, disposades de manera desordenada, unes al costat de la carretera, altres, muntanya amunt, agrupades per famílies, donen un aspecte a Azla d'autenticitat, de vida real. Entre les cases, també de manera descolocada, hi ha horts de tomàtigues i altres hortalisses, arbres fruitals, cebes, julivert, cilantre, geranis, magraners, i, al fons, els caramulls de palla, ben tapats amb lones, que han de servir de ferratge a les bísties durant l'hivern. La vida del poble està entre la pesca tradicional i l'agricultura de subsistència, les cabres i els xots que pasturen lliurement per les terres al voltant del riu, vigilats pels més menuts de les cases. La llum en aquella hora de l'horabaixa, és indescriptible, encisadora, donant color als vermells de la terra i al verd dels arbres, provocant que no et cansis de mirar, tornant de la mar, com el sol ilumina les muntanyes del Rif, enfront, tan semblants geològicament a la Serra de Tramuntana. 
           

     I l'espectacle estava davant dels nostres ulls. Un bon grapat d'infants de totes les edats corrien, amb xancles, amb els peus nuus, darrera un tap vermell de plàstic, un tap de garrafa d'oli, que els hi servia de pilota per jugar el futbol de carrer. Feia goig mirar'ls, gaudien de valent, amb aquella sensació que dóna el joc en grup, a l'estiu, en temps de vacances escolars, quan no importen els minuts, el lloc i els mitjans. Quan la intenció és esbravar-se, després d'haver passat les avorrides hores de calor dins de les cases, esperant a que la vida al poble es torni a despertar. I aixecaven pols, amb les seves corregudes, disputant-se el preciat tap de garrafa, per , a cop de puntades de peu, aconseguir marcar un gol en una rudimentària porteria, dos poals de plàstic, abans de pintura, col.locats espontàniament al mig del descampat, al costat de la carretera. Nins de sis, set , vuit anys, dirigits per els germans més grans, de deu, dotze anys, i alguna nina, corrent d'una banda a l'altre, rient, exclamant-se en dariya, yal.lah, yalah!, haggi!, haggi!, per indicar cap a on pegar la puntada. Amb calçons curts, llargs, camisetes de colors , xancles que fugen, i rialles, moltes rialles, perquè el tap, ha creuat el camí que els separava del riu i ha caigut rodant dins l'aigua.... La festa està assegurada, la calor fa tan atractiu aquell bassiot d'aigua del riu que tots van cap allà, i boten i trepitgen l'aigua, es lleven les sabates, les nines, que duen els calçons més llargs, els arromanguen i , sense sabates, entren esquitxant arreu  a tots, també a les mares, que havien cercat una ombra davall aquell poll d'aigua vora el riu. L'aigua esquitxa els seus vestits, i elles entren també en el joc. Les rialles, sanes, renoueres, ens desperten al meu fill i a mi una mitja rialla, i acudim a vorera de riu a contemplar aquella festa de l'aigua, que refresca els dies de l'agost asfixiant i feixug, en aquell indret del Marroc rural, que tant em recorda la meva infància. 




dissabte, 6 de febrer del 2021

Matinades.

    Són les sis del mati, apenes es veu la llum del sol al cel. Mirant cap al Nord, es veu la silueta de les muntanyes, despertant , tot en silenci, esperant les primeres veus dels aucells, saludant el nou dia. Encara es veuen alguns estels per la finestra del jardí, la lluna avui ja no hi és, i els primers raigos del sol despunten per l'alta finestra de la casa. 

    De sobte, l'horitzó va canviant de color. Una línia brillant separa el cel de la terra, de color groc intens, brillant, que en uns segons es torna rosat, vermell, taronja, tornassolat... és hora de volar, de sortir del niu, de sentir a la cara la fredor de la matinada, de caminar per els carrers, quan el poble desperta.  El silenci poc a poc desapareix, el substitueix el gall, que fa estona venia despertant-nos, i els vehicles comencen a moure's per transportar-n's  a la feina, a la ciutat, qui sap on.

    El despertar del dia és un atractiu a gaudir, allà on em trobi, a casa, de viatge, a la platja, a la muntanya. A l'estiu, quan les platges són buides i la mar està plana, transparent, neta, impoluta, sense estrenar, silenciosa, mostrant-n's els peixos que aprofiten la tranquilitat del moment per sortir i brillar sota l'aigua amb els primers raitjs del sol, m'agrada arribar la primera a la mar. L'aigua està quieta, la superficie ens deixa mirar com si d'un vidre es tractàs, el que passa dins d'ella, sense tocar, sense alçar la veu, sense tocar l'arena. 

    Poc a poc, amb els peus a la vorera, els meus dits van prenint contacte amb la mar, i, caminant, sentint la frescor al cos, em summergeixo dins del líquid, amb els ulls clucs, per sentir la fredor a la cara, als cabells,  al cos. L'aigua quieta, la platja muda, la llum del sol pipellejant sobre la mar, com espires de foc que no cremen, que es fonen dins de la mar. 

    I, així el record em ve, quan veig la llum del sol, que entra per la finestra de la casa, atravessant el vidre, en diagonal, dibuixant retxes a l'aire, iluminant parcialment l'habitació, a l'hivern, quan tenim el sol aprop, i llunyà, alhora. Quan despunta a les vuit del matí, tan suau, tan càlid, tan acollidor. Obrir les finestres, les persianes, les cortines, per deixar passar la calentor del breu instant i que ja no tornarà fins demà, o fins un altre dia, quan els núvols el deixin passar, cap a casa, cap al ametllers en flor del mes de febrer.