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divendres, 22 de març del 2019

Mujeres.

La puerta de mi despacho se ha convertido en una ventana al mundo. Por ella entráis mujeres de todos los países, de todas las historias, de todas las vidas. 
El primer día que entráis, nos sentamos sin mesa enmedio, sin barreras, con una caja de pañuelos y un vaso de agua. Es la mejor manera que tengo para recibiros tras el árduo camino que todas habéis recorrido antes de contármelo. 
Trato de escucharos atentamente, como si me leyerais un libro de vuestras vidas, vidas que desconozco por completo antes de que crucéis el umbral , y que, de  pronto me van a resultar familiares, cotidianas, comunes, parecidas, conectadas. 
Podría empezar por cualquiera de vosotras, tratando de unir los episodios que me vais detallando, para dar una idea del conjunto que tengo delante. Un ramillete de mujeres fuertes, potentes, maravillosas que habéis sido capaces de salir del atolladero al que muchas, no todas, llegasteis por amor. Un ramo de preciosas flores, de distintos países, unas floreciendo, otras con miedo a florecer, otras, tratando de sostenerse sobre un dañado tallo que necesita nutrirse para salvar la vida. 
Casi todas, madres, y todas,  hijas, que no queréis seguir los pasos de las mujeres de vuestra familia, que abogáis por un futuro solas, sin depender de nadie, y, sobre todo, sin que nadie dependa de vosotras. 
Unas salisteis de un país en el que la violencia está en cualquier parte, donde bien niñas habéis presenciado asesinatos, de ésos que no se pueden recordar sin estremecerse. Otras, habéis seguido a vuestras parejas por amor, abandonando vuestro país para rehacer vuestras vidas en El Dorado, para estar junto a quien amabais, a quien amais, a pesar de que os ha hecho mal, os ha roto la vida, el cuerpo, la juventud. Otras, llegasteis al matrimonio con un hombre al que no amabais, elegido por vuestras familias, decepcionadas ahora por el fracaso en la elección de aquel que se suponía os tenía que colmar de amores. 
Y sin embargo, estáis enteras, cada día, para enfrentar los duros procesos judiciales, los divorcios, los desengaños y el maltrato al que os somete la vida. 
Os miro, os escucho, y siento admiración ante vuestra entereza, vuestra alegría de vivir, ante todo el amor que entregáis a vuestros hijos, a vuestras hijas, a vuestro entorno. 
Me dijo el periodista: "Escribe, tienes acceso a historias que pocas personas pueden tener". 
Así es, mujeres.  Escribamos juntas. 

"Me han estremecido un montón de mujeres, mujeres de fuego, mujeres de nieve". 

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