Continuando con el relato del viaje en enero de 2019, esta vez entra en juego mi amigo Hassane, a quien conocí hace veinticinco años, en un campo de trabajo en Aranjuez. Como anéctdota, la primera vez que nos reencontramos, hace ahora cinco años, no sabíamos qué demonios habíamos ido a hacer a Aranjuez: mover piedras al lado de una laguna, como excusa para conocer personas de todo el pais, y de Marruecos. Y, lo mejor, nuestra amistad se mantuvo porque somos dos personas curiosas, en el sentido que nos gusta saber cómo vive la gente en otros países, podíamos interactuar en inglés, y nos gustaba escribir postales. No existían las redes sociales, y nos mandábamos una postal cada vez que viajábamos...¡Recuerdo su dirección en Rabat casi de memoria! (me sonrío al escribir esto). Alberto Mrteh, a quien menciono en este post más abajo, seguro se sonríe al leerlo, ¿verdad Alberto?
El primer día, visité con él un
centro que atiende a infancia con discapacidad. Una realidad que sabía
que es dura de antemano. Me quedé con ganas de más: estuve una mañana
con ellos en las sesiones de fisioterapia, a las que asisten las madres
acompañando a las criaturas que en muchos casos, cargan a sus espaldas
para llegar a las sesiones. Los profesionales me ofrecieron quedarme en
sus salas de trabajo, fue un lujo poder compartir con ellos aquellos
instantes en los que intercambiamos algunas inquietudes propias de
quienes trabajamos con personas en situación de dificultad. Les decía
que me encantaría poder mostrar su trabajo a profesionales colegas en
Mallorca, para intercambiar opiniones, métodos y formaciones conjuntas,
sería una manera de enriquecerse mútuamente. Me inquietó mucho ver a las
madres, que llegan al centro dos o tres días por semana, desde
diferentes lugares más o menos cercanos a Rabat, procedentes del campo o
de la ciudad, cargando con los hijos a cuestas a falta de sillas de
ruedas, ayudas técnicas que , comentamos, no solucionarían el problema
de movilidad puesto que no se puede transitar en silla de ruedas en
cuestas empinadas, en calles sin asfaltar o en escaleras imposibles.
Durísimas situaciones que aquí pasamos hace no tanto y que quizás
hemos olvidado.
De esta visita, escribiré otra entrada
en el blog porque me hizo pensar mucho, y mi amigo Hassane, voluntario
en el centro, me sugirió que le gustaría poner en marcha acciones con
perspectiva de género. Pensé que con dar apoyo a las madres cuidadoras,
ya tienen una gran tarea. Me admiraron los y las profesionales del
centro, con una implicación y sobre todo , mucho amor a los niños y
niñas allí atendidos. Y me llamaron la atención los ojos y las sonrisas
de los niños y niñas mientras recibían fisioterapia, con sus "oyoun
zine", si no recuerdo mal , que quiere decir ojos bonitos. Agradecían con su mirada el trato recibido por sus cuidadores y cuidadoras. Emocionaba verles tan contentos.
Más
tarde, después de intercambiar algunas impresiones sobre la visita,
fuimos paseando por un barrio cercano al centro que habíamos visitado,
pues yo tenía que cambiar mi dinero a Dirhams Marroquíes y cargar mi
tarjeta de teléfono para poder hacer llamadas en el pais, mientras mi
amigo Hassane esperaba a uno de sus amigos y próximos fundadores de una
asociación de barrio. Éste, alto, grande y muy hablador, parece que es
el líder del encuentro, trae una cartera llena de papeles, y nos vamos a
tomar un té con él en un café cerca del lugar, donde yo aprovecho para
conectarme a internet, escribir en mi cuaderno y seguir organizando mi
viaje. El hombre no para de hablar, leen los papeles, se reparten el
trabajo, están entusiasmados, y el amigo, que vive en Marrakech y habla
como una metralleta desde el fondo de su garganta, le propone a Hassane
que sea el presidente. Mientras tanto, yo concreto la cita de mañana con
Alberto Mrteh que me esperará en el Café Renaissance en pleno centro de
Rabat, para comer juntos y después irnos al coloquio sobre un libro de
Fátima Mernisi, mi musa en estos lares.
De regreso a
casa, Hassane me comenta que no va a ser posible entrevistar a una de
las madres que acuden al centro porque habría que pedir permiso a la
fundación que la financia, que se entendería como una intromisión, por
lo que me olvido de la propuesta, y lo dejamos para una próxima visita
en la que se haya podido pactar tal encuentro. Mi deseo no es otro que
el de conocer de primera mano y a través de sus vivencias, qué es lo que
necesitan estas familias que se encuentran con la discapacidad de uno
de sus miembros, sean hijos, hermanos o padres. Me puedo imaginar las
dificultades si trato de meterme en su piel, pero vienen de realidades
tan lejanas y responden a códigos culturales tan variados y distintos,
que la única manera de saber es entrevistarse con las madres y escuchar,
dejarlas hablar y abrirse a su mundo. Mi hándicap: todavía no hablo
dariya, el dialecto que se habla en la calle.
Comemos
toda la familia, compartimos un rato con la esposa y las hijas de
Hassane, la mayor es estudiante de arquitectura, con un inglés perfecto,
además del francés como segunda lengua. La pequeña aún está en
secundaria, y es una apasionada lectora. No abandona su libro ni para
almorzar, prácticamente come con él al lado. Me cuenta su madre que no
tiene teléfono móvil todavía y que tal vez éso está ayudando a su
afición por la lectura. Domina el francés a la perfección y sus lecturas
las prioriza en este idioma. Tiene tan sólo 14 años. Me parece
interesante comentar estos aspectos, pues en general, nos formamos una
idea de la adolescencia en Marruecos que nada tiene que ver con lo que
es en muchos casos.
Termino este post a una semana de volver a encontrarnos: Esta vez, Hassane me quiere "embaucar" para su proyecto con gente mayor. En Octubre sabré más.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Puedes escribir aquí tus opiniones, aportaciones...Gracias.