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dimecres, 13 de novembre del 2019

Un día en el Museo Mohamed VI de Rabat.

Era sábado, tercer día en Rabat, el pasado mes de enero, llovía a cántaros y mi idea de pasear toda la mañana por la medina de la ciudad se desvaneció. Pero en Marruecos siempre aparece un "Plan B" y  me surgió la oportunidad de visitar el Museo de Arte contemporáneo Mohamed VI. Leí que había una exposición temporal de tres pintoras, tres mujeres, de diferentes pueblos de Marruecos, ya fallecidas, cuya personalidad me atrajo. El "Plan B" prometía una mañana intensa.
Bajo la lluvia, mi amigo Hassane me dejó justo enfrente, de paso, cuando se iba a su reunión de la asociación de su barrio. El Museo abría a las diez de la mañana, así que acababan de abrir cuando llegué. Entré la primera, justo cuando abrían sus puertas. El personal del Museo, masculino en su totalidad, no tenía aspecto de estar muy motivado en explicarme nada. Me indicaron el precio (40 Dhm), pagué, dejé la mochila en taquilla y empecé a pasear entre obras de arte.
Pasé tres horas fantásticas contemplando pintura de diferentes autores marroquies, pero, sobre todo, la de las tres pintoras que me dejaron boquiabierta por su historia personal. Mujeres que ahora podrían tener unos 80 años y que dedicaron su vida a la pintura para transmitir el legado cultural de su lugar natal. Sus nombres son Chaibia Talal(1929-2004), Radia Bent El Houcine (1912-1994), Y Fatima Hassan El Farouj (1945-2011), toda ellas fueron niñas sin escolarizar, para convertirse, por su afición a la pintura, en mujeres rompedoras, con una personalidad desbordante a juzgar por lo que muestran sus obras y sus biografías. Me llevé algunas fotografías en el móvil para mostrar las pinturas a las mujeres de Mallorca, pues me dejaron fascinadas con los colores, los detalles y, sobre todo, las entrevistas y videos sobre sus vidas.


En el museo proyectaban en una de las salas, las entrevistas que hace unos años les hicieron en las televisiones a dos de ellas. Unas mujeres con una presencia que me atrajo. No entendía las conversaciones pues las entrevistas no estaban subtituladas, sin embargo me senté ante las pantallas para escucharlas. Son ése tipo de mujer que derrocha talento y seguridad. Me impresionaron mucho. En uno de mis paseos para volver atrás y volver a mirar los cuadros que más me llamaron la atención, se acercó a mi uno de los vigilantes del museo, quien, adivinando mi entusiasmo, me dice que me ha dejado hacer fotos pero que no haga más, porque se trata de una colección privada. Yo estaba dispuesta a borrar las fotos si me lo pedían, no sin antes explicarle el propósito de mi reportaje. Le comenté que trabajo con mujeres marroquíes en Mallorca, a quienes les encantaría poder ver esta exposición, Le expliqué que algunas de ellas escriben y les gusta el arte, y que sería un estímulo muy positivo ver sus pinturas ya conocer la vida de estas artistas.
Me preguntó si soy pintora. Sentí decepcionarle, le hubiera gustado poder decir que había conocido a una pintora, lo leí en su rostro. Pero mantuvo el interés cuando le expliqué lo importante que es para mí ver que mujeres que no han ido a la escuela, tengan estas salas para exponer sus pinturas, y que es algo que quiero transmitir a las mujeres marroquíes que viven en Mallorca, que ni se imaginan algo así por el poco acceso que han podido tener a la cultura. El hombre, curioso, como suelen ser los marroquíes,  se interesó por mi trabajo, me preguntó qué hago exactamente en Mallorca, qué contacto tengo con Marruecos. De manera natural, entablamos conversación, al más puro estilo marroquí, sometiéndome al interrogatorio habitual sobre qué conozco, de dónde vengo, qué hago, cuántas veces he estado en el pais, qué es lo que más me gusta y al final, al saber que trabajo en Manacor, tierra de Rafa Nadal, nos hicimos una foto juntos en la misma sala del museo. "No pinto pero escribo en un blog en el que  me gusta contar cosas de Marruecos", le dije. En Marruecos, interesarse por el país, su cultura y sus costumbres es baza segura para abrir puertas. Al final, el vigilante del Museo y yo mantuvimos una conversación muy interesante sobre las mujeres, la vida de ellas en Mallorca, la nuestra, las costumbres, y el trabajo que supone la acogida en un país extranjero.
Después de quedar retratados en el "selfie",  me acompañó hasta la entrada a otra sala, en la que se visita la exposición permanente. Me animó a regresar al Museo cuando vuelva a Marruecos. Lo haré, le digo, para ver nuevas exposiciones temporales.


3 comentaris:

  1. Yo también disfruté de esa exposición colectiva, que me encantó, sobre todo dos de aquellas pintoras, pero a mí no me dejaron hacer fotografías.
    Y muchas veces he charlado con esos guardias de seguridad. Es parte de la experiencia.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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  2. Alberto,...el siguiente capítulo es la charla_coloquio sobre Fatima Mernissi...no sé si te "suena".
    Gracias por leerme...

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