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divendres, 8 de febrer del 2019

Escribir para sacar a flote.

Estoy sentada entre tres personas más, en los asientos de atrás de uno de aquellos mercedes de morro largo y maletero prominente, de los años 60, mientras delante van dos personas más y el conductor . Sin duda, si no fuera por la ilegalidad de la situación en cualquier otra parte del mundo, esta imagen podría ser la mejor publicidad que jamás se haya hecho a sí misma una marca de automóviles.
La estrechez del contacto humano me imposibilita cualquier movimiento, ni estirar un brazo para contestar al móvil, ni mover una pierna, porque desestabilizaría el rompecabezas que hemos compuesto para entrar en tan poco espacio dos hombres más o menos gruesos  y dos mujeres con caderas prominentes atrás y dos hombres delgados y altos,  delante.
El trayecto entre Tánger y Tetuán dura una hora, por una carretera ancha, un tanto insulsa,  no cruza ningún pueblo, no tiene ésa vida típica de las carreteras de montaña marroquíes, esas carreteras que atraviesan por dentro de los núcleos bulliciosos de los lugares habitados, en los que se concentran coches, personas, animales, burros con carga, autobuses y humos de carbón y carne asada, de mujeres con sombreros sobre sus trajes tradicionales, de ruidos y pitidos de coche. No, esta carretera no tiene interés, por lo que mi mente empieza a desplazarse hacia lo vivido en esta semana anterior de idas y venidas, de trenes, tranvías, taxis, caminatas para ir de reunión en reunión, buscando quien nos escuche y quiera saber lo que hacemos en Mallorca y echarnos una mano en salvar los obstáculos que nos supone desconocer la manera marroquí, la legislación y algunos códigos socioculturales que se nos escapan.
El silencio en el vehículo sólo se rompe de vez en cuando por alguna llamada al móvil del conductor, quien , sin ningún problema, atiende y responde mientras conduce con la otra mano. Son llamadas breves, responde que más tarde hablará. Reanudamos el silencio.
Mi mente se va de nuevo, es como si me concedieran un espacio de meditación. La incomodidad deja de tener importancia, estoy encima, debajo, al lado, pegada, imbricada entre  personas que no conozco de nada, compartiendo un espacio interpersonal que ni tan siquiera comparto con mis amistades más íntimas. Acepto, me adapto, me gusta incluso, acepto que así es y me desconecto del cuerpo, para repasar con la mente, charlas, ideas planteadas, ideas surgidas, cosas vividas, olores, ruidos, sensaciones.
Y echo de menos mi cuaderno, que descansa en mi mochila dentro del maletero, y trato de memorizar la lluvia de ideas que aborda mi mente mientras vamos aplastándonos los unos a los otros al compás que marcan las curvas, las pendientes, los acelerones, los cambios de marcha, los frenazos. Pienso en la publicación que estoy tejiendo, me adentro en la sensación presente, para poderla escribir, para transmitir lo que mi cuerpo siente al llegar a Marruecos, donde cualquier sentido se expande, donde los pensamientos corren lentos, donde el contexto me permite indagar en las situaciones, en las personas, donde las preguntas sobre lo que veo, lo que no entiendo, lo que quiero saber, son recibidas como lo que son , curiosidad por un pais y unas gentes de las que me siento parte, aun sin serlo.
Me vienen a la mente las imágenes de aquel viaje al desierto atravesando el Atlas, donde los rojos, ocres , grises y terrosos colores de las montañas me hicieron entender porqué Marruecos es tierra de pintores, de artistas, de creadores. Es entonces cuando agradezco haberlo vivido, haberlo sentido, al ritmo de los blues del desierto que nos acompañaron en aquel trayecto, para que nunca jamás deje de evocarlos, cuando, al permitir que me embrujaran, surgieron mis ganas de ponerle palabras a lo vivido.
Vuelvo al taxi colectivo camino a Tetuán, y siento que el trayecto es el duende que me inspira para escribir, puedo ver claramente, que mi obligación es escribir lo que veo, porque, como me dijo el periodista: "Si ves injusticia, no puedes quedarte callada, la tienes que sacar a flote."
Acabo de empezar.

2 comentaris:

  1. Querida Laura,
    me encanta ese rompecabezas humano de cuerpos entrecruzados y me recuerda a un viaje en taxi en el que yo también me dejé atrapar por el duende e iba escribiendo mentalmente.
    Es un verdadero placer observar cómo sales del cascarón.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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  2. Querido Alberto, mi comentarista preferido! ;-)
    En ese taxi, hilé la publicación que justo acabo de empezar... mis reflexiones sobre el trabajo social que hacemos y el que deberíamos hacer.... Me van a enviar a Marruecos, de ésta, o más lejos! ....
    O me iré yo a dar un paseo en colectivo para recuperar el duende cuando lo pierda....
    Gracias por leer...

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