
y ella, más adelante, nos ofrecía un tierno espectáculo con su bebé de pocos meses, dormida, acurrucadita, con su cabecita apoyada sobre el regazo. Todavía no sé si quedé enamorada primero de la escena primitivamente maternal, o de la belleza del conjunto, o de la intensa emoción que despertó en mi, o de su porte extremadamente elegante, femenino , sensual, inusual, exótico, como de otro mundo.
Sin saber cómo, mirándola, me trasladé al que imaginé podía ser su entorno habitual, en África , no sé si Senegal, Nigeria, Ghana, Níger o Costa del Marfil, cualquier país de Africa Negra. Sentí una potente atracción hacia su imagen, no podía quitar mis ojos de ella. Era belleza negra en su estado más puro, sin adornos para embellecerse excepto unos aros dorados como pendientes, que le daban un aire de cierto descaro, de presunción, de poderío, de presencia de mujer. Era, como las estatuillas que venden los chicos senegaleses en los mercadillos semanales, siluetas perfectas de mujeres envueltas en sus trajes de tela tallada en la madera, con el gesto de aguantar un recipiente sobre la cabeza, hecho que ensalza el exotismo de la figura.
No sabía con certeza su procedencia, todo eran suposiciones, por su piel negra, su esbeltez, su manera de vestir, por su pantalón vaquero desgastado , por su camiseta de tirantes, que dejaban al descubierto unos hombros perfectamente formados, elegantes, fibrosos, negros, jóvenes, por su pañuelo rojo envolviendo su pelo extremadamente rizado. Era la imagen que yo tenía de una mujer de la sabana africana, delgada, de extremidades largas y musculosas,estilizada, femenina sin pretenderlo, sensual y armoniosa por naturaleza.
La estaba dibujando en mi mente en aquella misma postura, de espaldas, con el bebé apoyado en un costado sobre su cadera, abrazándola tiernamente con su brazo izquierdo, mientras con el derecho, en lugar de pasar el billete por el control de salida, iba caminando zimbreante, erguida, con un recipiente con agua sobre su cabeza, por esos interminables senderos que recorren mujeres y niños en el continente vecino para ir a buscar el líquido más preciado.

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