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dimarts, 16 d’abril del 2019

Una tarde diferente.

Mientras ellas se reían de cómo le había resultado el monotipo a Saida, las demás presenciábamos el espectáculo sin entender palabra, pero sí las risas que poco a poco iban contagiando al resto. La mezcla de lenguas es un lujo que aprendemos a disfrutar. Unas hablan el dariya marroquí, otras guaraní, el resto, español de aquí y de allà. Cada una con sus expresiones y sus matices, una auténtica torre de Babel, sobre una base de sororidad ejemplar. Hoy tocaba taller de pintura: técnica del monotipo. Por la tarde, al aire libre, alrededor de la mesa, mujeres de todas partes del mundo, han rellenado el vacío del inmenso patio, con sus carcajadas, sus bromas y sus ganas de salir adelante. Unas escenas que trato de trasladar al papel escrito, pues no me he detenido a captarlas en fotos porque he pasado a ser una de ellas en pocos minutos, ante las hojas en blanco y las paletas llenas de colores al óleo: verde, rojo, granate, marrón, naranja.

Hoy han decidido venir solas, para ensuciarse, pintar y recrearse , disfrutar de ése espacio que los martes por la tarde vamos creando entre todas. No hay una actividad fija, cada encuentro tiene un motivo, con un solo hilo conductor, que no es otro que sacar , soltar, echar fuera, mostrarse, abrirse al mundo y para el mundo, procesar, plasmar, revisar lo caminado y alegrarse de lo vivido , de haber salido , de decirnos a nosotras mismas y a las demás que de todo se sale, por difíciles que se pongan las cosas. 

Y hoy, ante los folios en blanco, allí, en un lado del patio, hemos pasado la tarde entre pinceles, óleos,  flores de colores, orientadas por María, acompañando el proceso creativo, deleitándonos con una técnica reveladora de las que han salido tristezas en una tarde de lluvia, casas soñadas, flores coloreadas,  fórmulas secretas, explosiones de pintura, emociones compartidas, evasión, creación, superación. 

El Arte, con mayúsculas, nos ha permitido hoy fluir, desde Uruguay a Rumanía, pasando por Paraguay y Colombia, por Ghana, Marruecos y Rumanía, para acabar en el patio de aquella escuela, en un lugar de Mallorca, para dejar por una horas las flores marchitas, hablar de las recetas de las diferentes maneras de cocinar la yuca, el cordero, las empanadas y los caprichos de la Semana Santa,  para , mientras tanto, reírnos de nuestras rabias, de nuestras penas, de las convencionales sesiones individuales, del hartazgo de relatar lo vivido una y otra vez. Hoy, las fortalezas y el Arte nos han unido. 

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