Todo parecía predeterminado, como si ante cada posible reacción, se hubiesen ideado estratégicamente, respuestas para reducir aquellas que resultaran adversas al sistema implantado. Existía un entramado invisible, celosamente guardado, secretamente creado, absolutamente blindado, al que sólo unas pocas personas tenían acceso.
Se encargaban de estudiar los movimientos humanos, como si de un algoritmo se tratara, prediciendo con el análisis de grandes datos, cómo los individuos de ésa comunidad iban a actuar, de manera infalible, inevitable.
Las estadísticas eran capaces de predecir el futuro, por lo que la introducción de nuevas variables, provocaba, inexorablemente, nuevas reacciones, o anulaba las elegidas, las que eran adversas a la perpetuación del sistema.
Los estudios sobre los comportamientos de los sistemas biológicos, no estaban al servicio de una mejora en las condiciones de vida, contrariamente a lo que los devotos de esas teorías pensaban. Más bien al contrario, usando los datos obtenidos de las observaciones minuciosas de los comportamientos de los sistemas vivos, se pretendía conducir a los mismos hacia una indefensión, hacia un aislamiento que evitara las uniones para perpetuar la supervivencia de sus miembros, pues la estudiada introducción de nuevos elementos provocada por ésa red perversa y dominante, sólo se centraba en la supervivencia del sistema, al margen de la de las unidades que la formaban.
El entramado del poder, buscaba el algoritmo más peligroso, basado en la explotación de todas las variables, de todos los elementos disponibles al servicio de la perpetuación del sistema, aquel que podía decidir cómo perpetuar la supremacía de los mejores, de los iluminados, de los que , desde su cobarde escondite, manejaban los invisibles hilos que tratan de manejarnos.
La perversión era tal que primero concedieron una serie interminable de privilegios, de entretenimientos que, sin que las mentes de los objetivos se percataran, les iban anulando poco a poco la voluntad. Se trataba de ir introduciendo maliciosamente y de manera muy calculada, unas pantallas que resultaban irresistibles a las mentes más débiles, atractivas visualmente,emisoras de mensajes, imágenes y sonidos repetitivos asociados a respuestas que provocaban una satisfacción inmediata. Poco a poco, se les dio a los propietarios de las pantallas la posibilidad de ser populares a través de las comunicaciones con otros seres lejanos, conectados a través de otras pantallas, en las que se proyectaban los individuos en forma de imágenes ficticias de ellos mismos, transformando sus crudas realidades. Entonces, nuevas variables, creadas por el análisis de los datos vertidos por los mismos individuos en las redes de comunicación, se usaron en favor del Poder. Y el Poder, al conocer los deseos íntimos y las debilidades de los individuos dependientes de las pantallas, pudieron provocar que actuaran al servicio del sistema implantado, sutilmente esclavizados, adictos a las luces y sonidos que las pantallas producían, descolectivizando las necesidades, anulando toda posibilidad de rebelión, provocada por la incomunicación entre seres de una misma comunidad.
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